Cansado ya de descansar, me levanté. Con varias bocanadas de un aire que se me antojó con más contaminación que de costumbre, tuve suficiente para recuperar aquellas fuerzas que perdí.
Después de varias vueltas alrededor de mí mismo, me di cuenta que el punto de partida era: yo.
Era azul tiznado de negro y un poco de naranja el cielo de aquella noche, un cielo que parecía no ser cielo. Un cielo, que sólo pretendía serlo.
Antes, el teléfono me sonó más veces de lo que yo estaba acostumbrado. Él con voz de tener una voz, me dijo lo que intentaba decirme. Que quería saber si yo era, aquel que una vez fui.
-Ahora soy el que me dejan ser- respondí.
-Quisiera que seas el que tú quieras- volvió a decir.
-Yo, no sé si podré- dudé.
-Yo quiero que lo seas-. Colgó.
Pasó la primera nube, que era gris, para tapar aquel color inexpresivo que no decía nada. Le siguieron algunas más, pero yo no las vi.
Después pensé.