-Te quiero más que ayer – dijo ella.
Él simplemente sonrió. La taza de café le hizo un poco de daño en los dedos, después esa sensación pasó a ser algo agradable y al final le producía placer. Durante los desayunos había momentos que se daba cuenta que estaba allí, y otros que le resultaba invisible. A veces se hablaban, pero intentaban ignorarse el uno al otro. Ya no recordaba cuándo llegó a su vida, simplemente una mañana se levantó y ya estaba. Tan altiva y segura, tan tranquila y silenciosa.
Esa mañana ella rompió el hielo.
-Te quiero más que ayer. -Volvió a repetir.
-¿Por qué me dices eso ahora?
-Ya no recuerdas cuando nos conocimos. La verdad que nunca hemos celebrado nuestro aniversario. He pensado que hoy, podría ser un buen día para hacerlo.
-Sabes que yo a ti no te quiero. -Tomó un gran sorbo de café
-Me vas a hacer llorar.
-Tú nunca lloras.
-Cierto.
Era tarde, aquella conversación ya no le gustaba. Miró el calendario: uno de diciembre. Tomó su pastilla antirretroviral con lo quedaba en la taza, y sintió pena porque se terminó el café. Ella desapareció.