(Foto Maite Ferández-Campón)
Desde el betún de Judea que me bañó la piel, perseguimos los sueños que resbaladizos, se escapan entre los dedos.
Los besos quedan olvidados tras las puertas, cerradas con cal y sin canto de sirenas que no dicen nada.
Y consumidas las velas que alumbraron nuestros cuerpos, no parpadean sobre ninguna piel abandonada.
La suerte se me convierte en una baraja mal mezclada, en una cuestión de pasos de bailes ya ensayados.
Y el pasado un pañuelo con viejos aromas que utilizamos cada invierno.
Precioso, compañero :))