(Foto: Maite Fernández-Campón)
A veces, lo único que importa, es tocar la luna a dos manos. Sonreírle al cielo y dejar latir el corazón.
A veces, a faltas de fuerza sobrehumana, deben volar las aves del paraíso en un atardecer sin ocaso.
Y a veces, sólo a veces, uno debe de ser lo que su alma le dicte.