Riendo me tumbé, guardando debajo de la cama, en una caja vieja de zapatos; el sol. Tiré por la ventana las manillas del reloj dejándolo en sillas de ruedas. Mi taquicardia extrema, me tranquilizó. Sentí levantar con poca ansia la sabana junto a mí, para notar entre suspiros ese juego que no se jugaba a nada. La ciudad dormía apagada en luces cansadas de trabajar.
Su sudor amargo se me calaba en la piel, entorpeciendo mi respiración. El frío me estremeció en uno de mis constantes movimientos en intentar mirarlo.
Me senté en la cama dándole una patada a la vieja caja de zapatos. Intentando saber, si anoche, soñé.