Deseo

salome-de-masses

La música cesó. Alzó la mirada antes de ponerse en pie. Muy despacio se levantó dejando ver su torso lleno de transparencias y sus piernas desnudas.

En un principio no pensó llegar a tal punto. Pero la idea le golpeaba fuerte en la cabeza y a medida que la música aceleraba, su odio la acompañó en cada golpe de cadera.

El rey gritó de alegría y ella satisfecha, hizo una reverencia aprovechando para mirar de reojo la satisfacción de su madre.

-Puedes pedir lo que quieras. Soy un hombre de palabra y cumpliré lo que quieras.

-¿Todo lo que yo quieras?-. Se acercó al rey.

-¡Todo!. Joyas, oro, ¡un palacio!

Se detuvo delante del trono recuperando el aliento y dejando flotar su aroma como un aura que embriagaba a su alrededor.Se arrodilló dejando caer su cuerpo a los pies del monarca. Sus pechos tocaron las piernas del soberano y sintió como le provocaba un escalofrío.

-Dime hija-. Le agarró el rostro. -¿Qué es lo que más deseas?

-Quiero la cabeza del bautista.

Todos callaron. Salomé sonrió.

Murakami y el Diazepam


Murakami, recorriendo la senda del Nobel que nunca llega, con un estilo propio y bien definido. Aquel que nos ha traído un gran números de obras literarias y tiene tantos seguidores. Yo no.

La verdad respeto mucho a todos los escritores, yo mismo para hacer una obra tengo que sufrir sudores y lágrimas para conseguirlo; pero me tomo la licencia (porque me da igual que nadie me la otorgue), y digo abiertamente que no soporto a Murakami.

Creo que es muy sano, poder decir con total libertad que no aguantamos a tales escritores o estilos literarios, al igual que decimos que nos encanta algunos de ellos. No por hacerle la pelota a un escritor tan famoso, te va a conocer más, y te va a leer; y mucho menos lo hace un buen escritor. Eso mismo podríamos llevarlo a otros territorios literarios locales…

Conocí «Tokio Blues» como regalo que me hizo mi amiga y escritora Malú Porras, y yo que devoro cada libro de cada temática diferente que cae en mis manos, decidí que era el momento para poder descubrirlo. Para empezar, tampoco lo veo nada del otro mundo, un lenguaje normal, tampoco veo en él un Tolstoi. Todo basado en una cultura oriental en la que todo es oscuro, todo es tristeza, o que la poca alegría que podemos vislumbrar es por la tristeza de un acontecimiento. Triste, triste, triste, triste… en definitiva, que para poder leerse a este autor hace falta tomarse un diacepam o cualquier otro ansiolítico.

(RE)Amor


Ella aparece, quizás no tiene ganas de hablar, pero debe hacerlo. Le atormenta no saber qué decir, y una corriente eléctrica recorre su columna. Su cráneo cruje, siente que es una cáscara amarga que nada más le sirve para guardar secretos, rencor, pensamientos inacabados y otros sentimientos agrios. Él sabe lo que va a decirle, pero espera que dé el primer paso para defenderse. Guarda en sí mismo, la confianza suficiente de saberse amado, de ser su droga, o más bien de ser su amo. La domina, le encanta esa sensación de sumisión, de controlar mediante su boca los gemidos cuando están en la cama. Pero ella se lo niega.

Intenta desaparecer, pero allí plantada en la habitación, no puede dar marcha atrás.

—Vas a dejarla —dice muy convencida

—Sabes que no lo haré.

—Jamás nos tendrás a las dos.

—Jamás he pretendido teneros.

Ella, que se lame los labios en un gesto automático, siente de nuevo una gran presión en la cabeza y un sabor salado en la lengua; un regusto pasado. Nota la circulación de la sangre surcar por las venas, una velocidad que le electrifica las manos. Un flujo intermitente de respiración que le llena los pulmones, siente el frío del aire que se calienta poco a poco en el pecho, hasta ser cómodo para tragarlo. Una pequeña palpitación en la sien, se toca la frente y nota esa minúscula vena surgiendo y desapareciendo poco a poco. Nota el cerebro algo inflamado, como si quisiera escaparse de su recipiente, una sordez que le impide escuchar nada que no fuese su organismo. El sabor salado se vuelve pastoso, dejando unos surcos blancos en la comisura de la boca.

Él cae al suelo. Con un suspiro arcaico.

Ella, se limpia la comisura blanca de los labios. Lame. Y el sabor oxidado de saberse victoriosa, le recorre la garganta.

Paulo Coeló o no lo coas


Hablar de Paulo, ese escritor pseudo gurú de la autoayuda, es un terreno que para muchos está claro: vende humo facilón. Y yo, en ese punto, no voy a cambiar nada. Pero… quiero defender dos de sus obras. 

Por un lado tenemos «A orillas del río piedra me senté y lloré». Adoro este libro, simple y bien escrito, con un título precioso y una pequeña intro romántica. Además una reflexión sobre el amor, desde un punto religioso, bastante interesante y que me hizo pensar. Un libro que no parece de este escritor. Es cierto que utiliza tópicos, y que sus frases son facilonas. Pero me encantó. 

Y su obra por excelencia, «El alquimista». Es posible que llegase a mis manos en el momento más adecuados, en los que tienes que leer ese libro concreto. Pero me enamoró. Sí, cierto tópicos, búsquedas, pensar, autoayudas. Pero creo que a veces, nos hace falta que aunque de manera facilona y simplista, alguien nos haya metido un rollo universal de conspiración cósmica. En este mundo en el que ni los capitalistas creen ya en el capitalismo, y nadie cree en nada. ¿Por qué no una conspiración cósmica?

En cambio, Verónica decide morir, sobrevalorada. La típica que esperas más de lo que te dan. Un libro gatillazo que te deja a medias. 

Y a partir de ahí, todo lo mismo. 

De Málaga a Shangay, no un adiós. 

  
Hoy estoy triste. Aún no he llorado, quiero hacerlo, aunque él era siempre el maestro de la sonrisa. Hoy Málaga, ha amanecido lluviosa, con un gris poco de abril. Quizás siga aguantando las ganas de llorar, aunque llevo tres horas para hacer este texto, evitando hacerlo. 

Yo era su Aladino, él mi genio. Y hoy, Shangay Lily se mete en ese maravilloso universo de donde salió. Quizás muchos no conocieron, no conozcan, o lo tilden de lo que sea… Él era un genio. 

Tantos recuerdos que me llenan, sus abrazos. Su risa apasionada. Su mirada llena de un brillo de tristeza, pero esa tristeza de saberse dispuesto a todo y a todos. 

  
Shangay, me debías un prólogo. Me lo prometiste. Es cierto, tenía que enviarte el texto, y fui muy huevón. No te quise decir que aún no estaba listo, ja ja ja ja, me hubieses regañado: «My darling, ¿me estas poniendo los cuernos y no escribes? Venga mi príncipe, que tienes que invitarme a buenos restaurantes». 

Hoy estoy muy triste. Tú en el teatro, diciendo grandes verdades. Después en la plaza de la Merced, hasta a deshoras enredando conversaciones. En el coche cantando Mina Mazzini con esa, tu voz. La que me arrepiento de no haberte llamado más. 

Ahora se abre un poco las nubes, poco. Un rayo de sol, que imagino, eres tú, se abre creando un tono anaranjado. Ya sabes cómo es la ciudad del paraíso, que se deja hacer el amor por el mar y su caleta. Me doy cuenta que es el camino, de Málaga a Shangay. Lloro. 

Jueves, otro santo

  
Se me parte el jueves santo. Entre recuerdos de una niñez amada y el dolor en la lejanía de aquí. 

Calle Ancha del Carmen, con olores a pescaito malagueño, de una derribada Casa Flores. El empedrado, que ha sobrevivido a guerras y hambres. Y el abrazo del frío por esperar, al Cristo Chiquito. 

Los que pasan desnudez, faltos de misericordia, que ayunan en un obligado Viernes Santo pepetuo. Que lloran por que no saben de risa, y acunan otro tipo de frío, la indiferencia. 

Recuerdo que escapaba corriendo, en busca de la que era mi señora, señora con buque insignia, Esperanza. Y siendo verde, me vestía de morado, porque la talla del Dulce Nombre de Jesús nazareno del paso, me transmitía paz. 

Llueve sobre los campos de refugiados. 

La campana suena, el trono más barroco, más de lujos, se luce en Málaga. 

Alguien deja de llorar. Otro llora. 

No quiero lujos para representar, ni poner a los pies. El alma es lo único, que yo me pregunto. Debemos ponernos poner a los pies los unos a los otros. 

Jueves.

Embrujo del puente de Triana


Los girasoles, derretidos mirando al asfalto, mientras dejaba una sal hecha mar a sus espaldas. Sol no brillaba, con una pereza anormal que dormía entre nubes.

Allí, a su llegada, una luz llena de aromas le embargó el alma. Al desconocimiento del lugar, le asaltaron las dudas de si había abrazos que lo anudarían. Bajo luz de una pequeña vela, dos copas moscatel y miradas furtivas, tuvo el primer pálpito. Y de la mano, fue a un océano de agua caliente y vaho, que desprendía su piel.

Despertar con el cuerpo sombreado, lo llenó de certezas: era su mejor decisión. La mañana de un Guadalquivir silencioso, lo saludó de par en par. Y bajo el puente de Triana le robó sin mano alzada, un beso.

-Si te besan bajo Sevilla, estás condenado a volver. -Le sonrió.

Sol no brillaba, lo hacía en sus ojos, y él como girasol, lo miraba.

Coloquios con la cultura.

El pasado lunes día 22 de marzo, tuve la experiencia de poder compartir el escenario del Centro Andaluz de las letras, con mi compañera de letras Isabel Anaya, y sus hijos y también artistas: el cantaor Miguel Astorga y el guitarrista Carlos Quintana.

Tuve la enorme suerte, de que pudiesen versionar uno de mis textos de mi obra Melodía para insomne, que a continuación grabé en directo.

 

Santos Moreno e Isabel Anaya

Coloquios con la Cultura

Parte del coloquio sobre literatura y flamenco

 

Público asistente